CASA LUCIO Y SUS HUEVOS ROTOS

Si hay un lugar en Madrid que todo amante de la buena comida debería visitar al menos una vez, ese es Casa Lucio.
Abierto desde 1974 y situado en plena Cava Baja, este restaurante es sinónimo de tradición, sabor y muchas historias entre fogones. Detrás está Lucio Blázquez, un auténtico personaje de la hostelería madrileña que empezó en esto con solo 12 años.
¿El plato estrella? Los míticos huevos rotos. Sencillos, sí, pero con ese toque que solo consiguen los que llevan toda la vida cocinando con cariño. Patatas en su punto, huevos con la yema perfecta y ese aceite que lo une todo como si fuera magia. No hay florituras, ni falta que hacen.
Son esas pequeñas cosas las que hacen que este plato haya enamorado tanto a los vecinos de toda la vida como a personalidades de la política o la cultura, y que se haya convertido en una parada obligatoria para cualquiera que disfrute de la buena comida madrileña de toda la vida.
Además de los famosos huevos rotos, nuestro menú incluyó unas croquetas de jamón con su relleno perfectamente cremoso, unos pimientos de piquillo y los clásicos callos a la madrileña, que nunca fallan. Para terminar, pedimos pan perdido, uno de los postres más emblemáticos de la casa. Se trata de una receta francesa (pain perdu) similar a la torrija, pero con la particularidad de que el pan se desmenuza previamente, lo que lo hace más ligero y jugoso. He de decir que estaba rico, sí, pero lo había visto con azúcar caramelizado y helado, y, al menos ese día, en la carta solo lo ofrecían con leche merengada y sin helado.
El ambiente es el de siempre: mesas llenas, camareros con oficio y ese bullicio castizo que da gusto vivir.
Al fin y al cabo comer en Casa Lucio no es solo saciar el apetito, es sentarse en un pedacito de la historia gastronómica de Madrid.